Nuevo Esquema de psicoanálisis 2025.
Las fases y etapas freudianas del desarrollo jerárquico de la conciencia.
Describiremos las fases del desarrollo libidinal teorizadas por Freud, a las que hemos añadido dos etapas; una primaria y previa a la fase oral, y otra anterior a la última fase (adulta); estos nuevos "territorios" están vinculados a desarrollos postfreudianos y contemporáneos. Los contundentes descubrimientos en el campo del psi, y en la clínica psicoanalítica, han aportado elementos a la comprensión de la mente humana, que amplían la cartografía de la psique y el continente descubierto por Freud, “Lo Inconsciente”.
1) La primera etapa. Fase simbiótica intrauterina-perinatal.
Podríamos caracterizarla como una fase fetal, o simbiótica, de fusión indiferenciada con el organismo materno en un ambiente acuoso talasal, proveedor de dicha nutricia y confort fisiológico. Esta etapa se interrumpe con el nacimiento; que se experimenta como traumático, e inaugura el proceso de desarrollo humano en orden jerárquico ascendente, pasando por las diferentes etapas descritas por el psicoanálisis, la psicología evolutiva y desarrollos más recientes. Las diferentes patologías límite (border), incluidos los estados de ansiedad adolescente y otras crisis emocionales paroxísticas, que se dan en vínculos simbióticos: aluden al intento fallido de superación, de la revivificación de determinadas circunstancias, relacionadas con el trauma durante el parto o en el proceso perinatal, e incluso posteriores; hechos de dolor, angustia extrema o ansiedad, que funcionan como un impedimento o “dique” para la reproducción del vínculo simbiótico de la "dicha intrauterina". En la vida fetal se desarrollan senso-percepciones paradisíacas , de “fusión” con el organismo materno, proveedor de confort nutricional y térmico ideal, como sostiene la literatura psicoanalítica: El Paraíso perdido .
2) La segunda etapa : equivalente a la etapa piagetiana, descrita como “ sensoriomotora ” ( fase oral freudiana ).
Esta etapa está marcada por el vínculo postparto, aquí se debe establecer una relación de lactancia positiva, que ayudaría a contrarrestar los efectos del trauma del nacimiento. Este período es lo que Freud describió como la fase oral (primeras emociones y relaciones eróticas con el pecho materno). La literatura médica dominante considera que las estructuras físico-sensoriales con capacidad de interactuar y registrar experiencias, adquieren aquí una forma definitiva; sin embargo, los descubrimientos más atentos en este campo describen traumas que afectan el desarrollo de estas "estructuras" en la etapa intrauterina, elementos que incluyen, no exclusivamente, el cuerpo material, sino también el registro de sensaciones y percepciones, que serían las primeras inscripciones de la "inteligencia sensoriomotora" de la que el feto tiene un esbozo, un "narcisismo fetal".
Este humano , que emerge en el proceso perinatal, puede haber sufrido severos traumas físicos, asfixia y constricción paroxística (estrangulado por el cordón umbilical o simplemente por haber permanecido durante horas en el canal del parto), a veces con muerte neuronal. Debido a la neuroplasticidad, la importancia del efecto no radica únicamente en la posible pérdida de células; el efecto devastador es económico, se produce una herida psíquica irreparable, fruto de un dolor extremo (angustia y ansiedad paranoide).
3) Tercera etapa de la “moral preconvencional”, descrita por Piaget como preoperacional (la fase anal).
Este período del proceso ontogenético, nos hace coincidir con un homínido, un ser antropomorfo, antepasado del humano, que está pasando de andar en cuatro patas a la posición bípeda, y tiene que erguirse e integrar el mundo desde el punto de vista visual (hasta ese momento percibido por el instinto olfativo y el placer gustativo “canibálico” predominante). Para esta mente primitiva, una imagen representa “la cosa” en la medida en que tiene su mismo aspecto, en ella predominan las relaciones de asociación por semejanza y contigüidad: la “representación–cosa”, descrita por Freud en el “proceso primario inconsciente”. La observación psicoanalítica comprobó, que en esta etapa hay una “refundición” de las experiencias visuales reales con otras alucinatorias, que provienen de las aferencias interoceptivas, determinadas, “en el fondo”, por la herencia filogenética, el cachorro humano llena las lagunas de la verdad individual con una verdad prehistórica.
El ser, aquí, tendrá que inteligir, “en el toma y daca de leche y caca” (que provoca placer y displacer), lo que es propio y lo que es del mundo exterior; el excremento oficiará de un pedazo del cuerpo propio del que hay que aprender a desprenderse. Hasta aquí, el cachorro humano cuadrúpedo, que cuenta con la “teoría de la cloaca para la reproducción” y con la premisa universal del pene, comenzará a recibir señales del mundo exterior, anoticiándolo (en el mejor de los casos), de que la naturaleza sexual es “dual” y “polar”.
Lo que, filogenéticamente, se organizaba en torno al olfato, y a las feromonas (la sexualidad reproductiva), aquí tendrá una acometida en dos tiempos, mediatizada por el proceso de la represión. Los estímulos internos y externos, generadores del par placer-displacer, se han organizado y apuntalado, autoeróticamente, en las necesidades orgánicas, lo oral (alimentación) y lo uretro-anal (el control de esfínteres); de esta manera, se crea, “entre” las determinaciones hereditarias y el vivenciar adquirido, un “cableado”, con mayor o menor intensidad, en esas zonas erógenas (cierta actividad o pasividad sadomasoquista), ante los estímulos que comienzan a ser interpretados como requerimientos del mundo exterior.
El niño pudo permanecer pasivo y receptivo ante la forma en que lo alimentaron, pero pudo permanecer activo ante el aprendizaje del control del esfínter anal, y rebelarse contra las imposiciones del mundo adulto o viceversa. Estas posiciones serán resignificadas en este estadio una vez más, ya que se contrarresta la premisa universal del pene, agregando a la actividad y pasividad del mamar oral y de la prensión anal, la polaridad fálico-castrado.
El proceso evolutivo se encuentra entre el autorerotismo y el pasaje al período siguiente, aquí, la fase fálica mostrará el apogeo del niño en el narcisismo primario, este elegirá sus objetos de amor en las figuras que se encuentran a su cuidado y en el entorno próximo (incestuoso), de donde partirán sus identificaciones imaginarias, refundidas con sus fantasías sexuales. Hasta aquí, los estímulos provenientes de los objetos parciales, como el pecho y las heces, han estado entremezclados con sensaciones de placer y displacer alucinatorias, “introyectadas y proyectadas ” desde y hacia el mundo exterior.
Ya que las fantasías sexuales combinaron estímulos sensoriales exteriores con alucinaciones orales y anales, el pecho y las heces pasan a cobrar un significado meramente fálico por efecto retardado, como describiera Freud en la fase “genital fálica”, porque hasta que no decline completamente la premisa universal del pene, todavía “ambivalente”, el niño sostiene, que ciertas mujeres (hacia las que dirige su atención) poseen el genital masculino; de esta forma, la genitalidad propiamente dicha, en este período es todavía imperceptible.
El mundo “adulto” atribuye valor fálico a la actividad y a la portación de objetos materiales como al dinero y a determinados atributos (físicos o simbólicos), el niño atribuirá naturaleza (fálica) a ciertos objetos; de esta manera también, lo hace la mayoría de los adultos, por adherencia a esta fase que denominamos narcisístico-ambivalente. La noción de adherencia en Piaget, no significa que algo está simplemente “pegado”, sino que hay evolución en las esferas de la personalidad, pero que se conservan modos pretéritos, quedan residuos pregenitales como “hifas miceliales”, un “lastre pregenital” en los adultos. Esta adherencia pregenital tendrá, así, el peso, según la intensidad, que haya tenido la afirmación de la premisa universal del falo en el complejo de castración, ya que de ella depende la demora en la aceptación del principio de realidad, de la “incompletud”, de la presencia de seres no portadores de falo.
Las representaciones emergentes de la actividad pregenital: oral, anal y fálica (clitoriana en la mujer), tendrán como depositarios los progenitores y otros adultos significativos, en un interjuego dialéctico entre: actividad y pasividad, placer-displacer (sadomasoquismo), fálico-castrado, masculino y femenino, en distintas tonalidades y polaridades, en el fondo “ambivalentes” y entremezcladas, paroxísticas, en ciertos casos extremos, como defensa ante lo traumático (que algo falte). Esta actividad “onanístico fantasmal”, comienza a ser inconciliable con la conciencia ascendente e inaugura reactivamente, el proceso de la represión, en el que intervendrán, por otra parte, elementos de la herencia arcaica, que pueden haber emergido debido a que determinados accidentes los estimularon, o despertaron la reactivación de las memorias de los traumatismos y excitaciones perinatales.
Por el momento, cierta amnesia sobre lo acontecido, irá marcando el período de latencia y luego, se continuará la serie como trayecto hacia la genitalidad propiamente dicha; una de las últimas improntas constitutivas será la “metamorfosis de la pubertad”, con la tormenta hormonal y la emergencia de los caracteres sexuales secundarios. Por ahora, las tendencias libidinosas son sofocadas y el programa filogenético, impondrá, en mayor o menor grado, la dominancia del neocórtex, que impulsará el desarrollo pleno del lenguaje, y otras funciones lógicas superiores.
Si nada perturba dramáticamente este proceso, el simbolismo transformará la mente imaginaria, el animismo mágico, (el pensamiento fetichista, que atribuyó la presencia de pene y propiedades antropomorfas a los elementos de la naturaleza inanimada), cederá ante el símbolo que representa la cosa, aunque no se le parezca, (representación-palabra, proceso secundario-consciencia). Para Wilber es: “el pasaje de la “mente preoperacional” o figurativa, a la mente que trabaja con los símbolos y los conceptos, por eso las palabras aparecen después que las imágenes”.
El desarrollo moral de esta fase es llamado “preconvencional”, porque no se basa en “convenciones” o reglas mentales y sociales, sino en el placer y el dolor, en los “premios y castigos corporales”; es autorreferente, “autocéntrico y narcisista”. No hay posibilidades de ponerse en lugar del otro para comprenderlo, sino como autopercepción del placer y displacer (si lo que dice o hace me gusta o me disgusta); el ver a otros sufriendo u obteniendo placer, puede comenzar a convertirse en una fuente de aprendizaje, la frase “un niño es pegado”, expresa el modo pulsional reversible de este período.
“El núcleo de lo inconsciente anímico lo constituye la herencia arcaica del ser humano, y de ella sucumbe al proceso represivo todo cuanto en el progreso hacia fases evolutivas posteriores, debe ser relegado por inconciliable con lo nuevo y perjudicial para él” Pegan a un niño.
Sigmund Freud 1919
Habíamos visto recientemente, que la voluntad y la habilidad manual comenzarán a producir las primeras obras de arte, si se posibilita la sublimación de la pulsión anal (de apoderamiento, prensil); se aprende, asimismo, el gesto de regalar al otro significativo, el producto de la creatividad propia, hecho que será fundamental, para el desarrollo del narcisismo secundario y base para el amor.
Si determinados accidentes, sean elementos presentes en el ambiente o provenientes del inconsciente familiar, impiden la superación del sadomasoquismo propio de la actividad anal, (por ejemplo: los traumas, los castigos corporales, los enemas o padecer carencias materiales), hacen surgir “reforzadas”, la hostilidad y constricción introyectadas en los espasmos del canal de parto; se produce, de esta forma, una personalidad retentiva y constreñida, exagerada (ahorrativa), que por miedo a no tener y por el placer de retener, no podrá crear, dar ni regalar. Incluso, puede haber un placer sadomasoquista en la voluptuosidad, que producen los atracones alimenticios, ya que se asocian a las fantasías infantiles de embarazo, o de un inmenso “niño – falo” gravitando en el vientre; procurando de esta forma, la espera de un placer mayor que se dará en la “liberación explosiva” al momento de la defecación. Esta última maniobra, también reproduce, mediante, una constelación dinámica de recuerdos (COEX), ciertas coordenadas del trauma del nacimiento; ya que los espasmos constrictivos del canal uterino, comprimieron los intestinos, a la par que restringieron la respiración, y produjeron la liberación explosiva, al momento del parto, muchas veces provocado (con intervención mecánica y/o química), a veces, acompañado con la defecación de la madre, del feto o de ambos.
4) Cuarto, la moral convencional: la mente concreta, operacional o del pensamiento concreto.
Si prevalecen las experiencias vinculares positivas, esta etapa es la que permite lo que Piaget llama descentramiento, el yo puede descentrarse, y tomar el lugar del otro cuando logra superar su visión del mundo “unicausal”, en donde “la culpa la tengo yo o la tiene el otro”; así, podrá luego entender, que en los sucesos todos tenemos responsabilidades compartidas. La ambivalencia afectiva es un verdadero obstáculo para ponerse en el lugar del otro y alcanzar los sentimientos de reciprocidad, de compasión y colaboración. Si bien, se han erigido mecanismos de defensa ante las aspiraciones sexuales, la represión y la negación mantienen en la sombra la idea de que ciertas mujeres pueden poseer pene, la madre será la última mujer, sobre la cual el niño (y la niña), aceptará esta realidad, la “no portación de falo”.
Piaget sostuvo , que la más importante de todas las adherencias en el proceso de desarrollo es el egocentrismo, la temprana incapacidad de trascender la perspectiva propia; es decir, no llegar a entender, que la realidad puede ser diferente a lo que piensa, que no es autocentrada, lo que le impide al niño ponerse en el lugar del otro, pensar en una perspectiva diferente de la propia. En el juego, el niño irá aprendiendo a dar y recibir. Ello, estará mediatizado por la lógica fálico-castrado y por la actividad y pasividad; las reglas y los roles comenzarán a incidir, ya no como castigos corporales, sino como donación o privación de objetos materiales, y de esta forma, entrará en el universo en donde los vínculos siguen el mismo interés y las reglas que los bienes de capital y trabajo.
El sujeto emergente se instala en la lógica mercantilista, y llevará tiempo el descentramiento. La moral se sigue basando en la coerción física, “desplazada”, al control sobre los cuerpos. Se sostiene que los grupos con escasos bienes materiales, como los pobres o los pueblos primitivos, son seres inferiores (castrados). En esta lógica (moral), las posesiones cobran valor fálico y fetichista, por el realce imaginario y estético. El mundo adulto deja entrever, que los desposeídos o castrados se transforman en fuerza de trabajo, mientras, que quienes transgreden las normas serán considerados merecedores de la privación de la libertad, o de una punición económica como castigo.
De todos modos, en mayor o menor grado, en esta etapa, el yo se ha descentrado y ha comenzado el pasaje de la identificación imaginaria con el cuerpo, a la identificación con las reglas y roles sociales; la adherencia imaginaria ambivalente, de la lógica-fálico castrado, impide a muchos avanzar; el acento fetichista identifica “el sí mismo” con las extensiones “imaginarias” del cuerpo: la ropa, el auto y otras pertenencias materiales, que otorgan “identidad” al “ser”, eclipsado en un objeto de intercambio material, y esto es, de esta manera, porque las condiciones históricas condicionan esa propuesta, ese “rol social”, asignado para el yo; de esta forma, el sujeto piensa que “es” “lo que tiene”.
El mundo social avanza: al narcisismo de los padres, se le incorpora otra instancia legal, a la letra familiar, se le agregará el guion social: la novela neurótica; incluso, el mandato religioso hecho caricatura, el comunista y el del mercado; "delirios de masas". Las reglas introyectadas conformarán el polo superyoico y, según, se trate la tesis, debajo “en la sombra” proliferará en “retoños” la antítesis; la sombra hará aparecer “el deseo inconsciente”, proyectado en el mundo exterior, “antagonizado” en el semejante, inaugurando así, la polaridad ideológica.
La verdad liberadora, superadora de las adherencias, no está en los extremos, es lo políticamente incorrecto.
Para Piaget, en esta fase, los niños, empiezan a ser menos egocéntricos, y son capaces de “descentrarse”, de pensar, sentir y ponerse en el lugar de otras personas. El niño desarrolla la reciprocidad: si tú haces hoy algo por mí, yo mañana haré algo por ti, logrando, de esta forma, la incorporación de perspectivas más profundas y menos superficiales. La revolución incorporada por el descentramiento, permitirá también, a la mente concreta, practicar la reversibilidad; el niño aprende, que algunas cosas que han sido cambiadas, pueden volver a su estado original. Al construir una choza, o una bola de masa, puede desarmarla y volver a construirla, sentando las bases para el pensamiento hipotético deductivo; Piaget sostiene, que “la reversibilidad es la característica más definida de la inteligencia: “si el pensamiento es reversible, entonces puede seguir el curso del razonamiento hasta el punto del cual partió y ya no necesita la prueba de ensayo y error que otorgan las operaciones concretas, de la experiencia sensorial directa”; es el paso, fundamental, para el siguiente estadío, el hipotético deductivo. La reversibilidad será el resultado, que implica poder invertir las acciones propias, a fin de establecer su estado inicial, para lo cual, es menester poder jugar y poder incorporar reglas y roles; y con ellos, a su vez, asimilar las nociones de jerarquía y permutabilidad, (por ejemplo: no me gusta que me hagan algo, no debo hacer eso mismo a los otros). Estos procesos, generalmente, se estudian con ejercicios matemáticos o algebraicos, con conjuntos, subconjuntos y relaciones. Cabe destacar que, en ciertas culturas, no “occidentales”, se arriba a la maduración de estas funciones, sin la matemática, ni la aritmética, ni la teoría de los conjuntos; se llega porque: nuestro programa epigenético, madura funciones de aprendizaje jerárquico con el entorno vincular.
Cuando se desarrolla la moral convencional, las reglas dejan de ser vistas como arbitrariedades de los adultos, y comienzan a basarse en el respeto mutuo entre los compañeros de juego; surge la idea pacto, acuerdo y convención, y de seguir con la evolución, se incorporarán la honestidad y la justicia, que harán posible sostener en el tiempo los juegos y la vida en sociedad. Al transcurrir esta fase, el infante adquiere conocimientos sobre su rol en la comunidad y comprende que existen otros roles. En este momento, debe adquirir la habilidad de distinguir el suyo del de los demás y, posteriormente, incorporarlo en un nuevo ámbito. En la cumbre de esta etapa se desarrollan, en plenitud, las capacidades de reversibilidad y de construcción de hipótesis, dando lugar razonamiento hipotético deductivo.
5) Quinto. Formal operacional o “hipotético deductivo”.
Tras la fase fálica, aparece la latencia, el “olvido” del complejo de Edipo, y se produce la maduración genésica, pero esto no significa que el sujeto haya logrado la subrogación de las pulsiones parciales hacia la primacía genital, sino que se encuentra en un estado intermedio entre el “narcisismo secundario” y el “estadio genital adulto”, en el segundo es que se podría lograr la posibilidad de amar desde una polaridad equilibrada.
Es aquí que se hace necesario añadir una fase más a los desarrollos freudianos, después de la latencia, aparece un período de amnesia turbulenta, la pubertad, la adolescencia, a esta fase la llamaremos: narcisística ambivalente; aunque a menudo se describe como “narcisismo patológico”, en algunos casos es una inhibición del desarrollo. Entendemos que es un estadío necesario, en términos descriptivos, y lo situamos entre la fase fálica y la fase adulta. Cuando hablamos de “patologías límite” solemos referirnos a problemas propios de esta etapa, la ambivalencia narcisista, que es la expresión “inacabada o desequilibrada” de la polaridad amor-odio. La acentuación de esta ambivalencia en nuestros tiempos es producto de una crisis cultural, que se acrecienta, con el desarrollo de la "Psicología del yo", y la manipulación de la subjetividad de masas, promoviendo la creación de deseos y necesidades artificiales, que incrementaron la inmadurez emocional del hombre.
El “ego racional”, se desarrolla entre los 11 y 15 años de edad y puede llegar al pensamiento mundicéntrico, emergente de la moral postconvencional: El VERDADERO INDIVIDUO SOCIAL.
A medida que el desarrollo avanza, se hace necesario un mayor descentramiento; Piaget, al igual que Einstein, consideraba que, “el desarrollo procede por “saltos”, no de manera lineal; de esta manera, en cada estadío, se requiere un forzamiento del “esquema mental” para modificarlo y que ingrese “lo nuevo”, el dato de la realidad. Lo nuevo no elimina lo viejo, sino que lo transforma y le añade complejidad; si bien fue necesario construir un yo, es decir, un elemento fijo y central de la personalidad, el proceso evolutivo le exigirá a ese yo, sucesivos descentramientos, para que pueda ser permeable a la lógica de los niveles superiores “transpersonales”, en los cuales, hay menos egocentrismo, “narcisismo”, y mayor complejidad e interrelación con la red vincular humana. Si puede continuar con el descentramiento ascendente, el individuo social alcanza “Estados Universales del Ser”.
La cultura consumista fija, a la mayoría, en la identificación con las reglas y roles competitivos egoico-materialistas. Se trata de una cristalización imaginaria, que imposibilita la superación de la fase narcisístico-ambivalente, obturando, de esta manera, la aceptación de la falta imaginaria, de la “castración”, de la incompletud, de la incertidumbre. La interpretación convencional del Psicoanálisis, entiende, que la represión normal de las aspiraciones sexuales infantiles, arroja como resultado la estructura neurótica, la negación de esas aspiraciones, da como resultado la estructura perversa y el rechazo (forclusión), de eso sexual, sería el mecanismo que desarrolla la psicosis. Algunos, que leyeron a Freud por la mitad y se escaparon del diván, piensan que, con “levantar la represión”, la neurosis se cura; o peor, que no hay que “reprimir” a los niños; en tales casos, lo que sucede es que termina operando otro de los dos mecanismos citados, pero no hay “cura”.
Hemos inteligido, que hay series: la herencia y el vivenciar son mecanismos, que predisponen a la adquisición de síntomas, y que determinarán la “estructura”: la represión y la negación están presentes en todos nosotros, en distinto grado, incluso, la alucinación es un mecanismo, que nos es útil a todos, ante determinadas situaciones de extremo dolor; lo que es diferente y lo que nos hace diferentes es en el nivel en el que operan, ya que estos tres (3) mecanismos, se interrelacionan compleja y holísticamente, con la predisposición, (lo innato) y el vivenciar accidental (lo adquirido); hechos que arrojan como resultado, singularidades únicas e imposibles de clasificar en un manual de trastornos psi.
No existe la diferencia sexual “en el inconsciente”, sentencia cierto lacan_ismo, como si eso fuera excusa necesaria, para habilitar las prácticas pregenitales. Ya dijimos, que “el inconsciente” no existe como sustancia, sino como índice o como sistema. Hablamos de “LO INCONSCIENTE” y “no” de ÉL.
El conflicto dinámico entre la aceptación y negación de la castración, se encuentra obturado y mantenido en “lo inconsciente”, para evitar la emergencia de la angustia: "es universal", sea reprimido, negado o forcluído, está allí -más que nada- como monumento para velar la ausencia de falo en la madre, luego, en uno/a mismo/a o en el compañero/a sexual. Ya que la premisa universal del pene, resulta inconciliable para la conciencia, se mantiene vedada como “inconsciente”, y el sistema consciente, conserva el nexo con la representación inconciliable, mediante el fetiche metonímico, haciendo coexistir lo “fálico–castrado”, en una formación de compromiso; una fijación de la mirada, que partió de un punto de desplazamiento, ante la angustia, que provocaron los genitales femeninos en la infancia.
“Cuando el Psicoanálisis triunfó y se hizo respetable, olvidó su esencia radical y ostentó lo generalmente aceptable. Conservó aquella parte de lo inconsciente que Freud había puesto de relieve: las apetencias sexuales”; [… ] “La sociedad de consumo se deshizo de muchos tabúes victorianos. Ya no fue desquiciante el descubrir uno, sus propios deseos incestuosos, el “miedo a la castración” o la “envidia del pene”. Pero descubrir rasgos de carácter reprimidos como el narcisismo, el sadismo, la omnipotencia, la sumisión, la enajenación, la indiferencia, la traición inconsciente a la propia integridad, la índole ilusoria del propio concepto de realidad; el descubrir todo eso en uno mismo, en la trama social, en los dirigentes que uno sigue [… ] eso es sin duda “dinamita social” [… ] lo que entonces era revolucionario, hoy es convencional [… ] Erich Fromm: Anatomía De La Destructividad Humana”- 1975.
El Psicoanálisis (no amputado) persigue la “evolución o progresión sexual”; la insistencia en Freud de un proceso analítico profundo, no es el paliativo utilizado habitualmente para “convertir la miseria neurótica en infortunio común”; que el mal de muchos sea consuelo de tontos es la triste solución de continuidad que se encuentra para los casos graves y tomados a destiempo en los que, muchas veces, hay inhibición del desarrollo, no quedando mucho por hacer. Todo el ingenio freudiano puesto en la construcción del edificio psicoanalítico, apunta a lograr la superación del conflicto pregenital y encauzar la libido hacia la primacía genital con la “asunción o reinscripción del complejo de castración”. El arribo a esta etapa supone la adultez psicofísica y por ende libidinal. Uno de los más brillantes discípulos de Freud, poco estudiado por la actual “ortodoxia”, lo explica brevemente: “Las consideraciones económico-sexuales nos obligan a atenernos a un camino estrictamente prescripto, el cual comienza con la disolución de las actitudes pregenitales y negativas, y finaliza concentrando en el aparato genital toda la energía psíquica liberada. El establecimiento de la potencia «orgástica» (diferente de la orgásmica-parcial-pregenital), es el objetivo más importante de la terapia”.
En las formas que adquiere la sexualidad expuesta y promovida por el marketing y los medios de comunicación de nuestra época, se insinúan fuertes adherencias a las fases pregenitales; las tapas de las revistas generalmente están ocupadas por personas que exponen su boca, sus pechos o sus nalgas, ensalzando la idea inmadura de que la sexualidad tendría que ver con: incorporar (sexo oral y anal) o retener, eliminar (cagar o ser cagado) destruir o ser destruidos, ser poseído como “cuerpo falo” o poseer un falo. Freud describió brillantemente estos estadíos pregenitales a los que incluyó dentro de las fantasías de los neuróticos (quienes reprimen estas formaciones inconscientes), en tanto consideró que la neurosis es “el negativo de la perversión” por contener en las fantasías los mismos actos que los perversos realizan.
Gran parte de la "Psicología del Antiedipo”, entendió que liberar o promover la realización de las fantasías reprimidas, “eran la cura propuesta por Freud”; sin embargo, el “meta proyecto psicoanalítico” contempla y exige otra salida; el maestro señaló muy bien que las actitudes pregenitales son índices, entre tantos otros deslices, de perversión, estancamiento o regresiones de la vida psicoafectiva. Para Freud, la actividad pregenital, de corta duración y dentro de los juegos previos que condujeran a la posterior realización del acto genital en “sentido pleno”, era como un haz de ramas resinosas que puede utilizarse para encender un fuego mayor, pero nunca un fin en sí mismo, pues hacer del todo una parte es el mecanismo perverso, es decir, lo contrario.
La obra reichiana también pareciera haber confundido a algunos; la práctica actual de la teoría “Bioenergética”, en muchos casos, cobró el sentido de la “des-represión anti-edípica”; sin embargo, la palabra clave para comprender su planteo es “disrupción”. Para Reich, la evolución, desde un estado primitivo hasta la civilización, exigió una considerable restricción de la gratificación libidinal y, también, de gratificaciones de otros tipos. La evolución humana se ha caracterizado por el aumento de la supresión sexual: en particular, “el desarrollo de la sociedad patriarcal fue paralelo a una creciente disrupción y restricción de la genitalidad”.
Vemos de esta manera que Reich es fiel a la obra Freudiana, no habla de represión de lo pregenital sino de restricción de la genitalidad que, en su época, era producto de la represión social de lo genital; sin embargo, en la actualidad, la imposibilidad de alcanzar la genitalidad es por efecto del ensalzamiento social de lo pregenital. Hoy en día vemos que el sistema social empuja hacia la desublimación represiva, si bien como efecto ya no hay restricción, sí nos encontramos con una masiva disrupción; es decir: se sostiene a un sujeto siempre insatisfecho y fijado en los estadíos pregenitales; o en un estadío intermedio (en la fase narcisista ambivalente). El discurso globalizador liberal, falocéntrico, produce la disrupción, centrando la evolución del sujeto (masculino o femenino) en la fase fálica (sostenido en la premisa universal del pene), diría Lacan, que “forcluye la castración”. El resultado es una inhibición masiva del desarrollo, o una evolución parcial hacia la siguiente fase de la “primacía genital”, pero con una ambivalencia afectiva que describimos como fase narcísistica ambivalente o narcisístico-ambivalente .
Para el sujeto condicionado por el actual modo de producción está prohibido “no tener” auto, pechos grandes, carteras, músculos, viajes: “falo” (fetiche, gadget). Dice Reich: “La manera en que un sistema social se reproduce estructuralmente en los hombres solo puede captarse concreta, teórica y prácticamente si se pone en claro la manera en que las instituciones, la ideología, las formas sociales de vida, etc., moldean el aparato pulsional”.
Para que el sujeto pueda arribar al estadío genital o fase adulta, en la mayoría de los casos, no basta con el Psicoanálisis “clásico o estructuralista”, porque el paciente se encuentra fijado o ha “regredido” a estadíos pregenitales, no únicamente a causa del entramado social, sino además debido a otros accidentes (vivencias infantiles) y sobre todo a la “insistencia” de los mecanismos de defensa; más que nada, la negación se encuentra incrementada, en determinados sujetos, porque entre otras cosas: "el trauma heredado es mayor que el trauma recibido en la infancia, y el quantum energético elevado, refuerza los mecanismos o modos de tramitación o defensa" (represión, negación o forclusión). Hay pruebas concluyentes en este sentido, se ha medido la presencia de la hormona del estrés en los descendientes de sujetos que han sufrido traumas graves, y el “ factor liberador de corticotropina ” (factor CRF del cortisol en sangre) se multiplica por tres en la generación siguiente a la “catástrofe subjetiva". En función de estos hallazgos, se habla de "catástrofes transgeneracionales", ver artículo: Lo siniestro transgeneracional.
Esta visión del mundo racionalista y “dualista”, es todavía antropocéntrica, “patológicamente jerárquica”. El antropocentrismo separa al “sujeto – ego” del resto de la realidad (objeto), y entroniza a este “ser imaginario”, sobre el tejido o red de relaciones, que constituyen la naturaleza de la vida en la Tierra y en el Cosmos. Nuestro individualismo expresa la siguiente máxima: “si Dios ha muerto, yo puedo reemplazarlo”.
Necesitamos reemplazar la visión fragmentada del mundo por una más holística, relacional, integradora, respetuosa de la tierra y menos arrogantemente centrada en lo humano.
La mente separativa narcisista, al ser antropocéntrica-autocéntrica, no nos permite vincularnos de otra manera con el entorno. La competitividad racionalista hegemónica no incluye al psicoanálisis, de este modo, la visión puramente economicista de los líderes mundiales, nos llevó a la búsqueda del “crecimiento ilimitado”, echando por tierra, los intentos de instalar la “lógica global”, el “progreso sostenible”; así, de esta manera, derrochamos millones y recursos no renovables, para llevar adelante guerras y toda una carrera espacial, entre ellos proyectos como “Longshot”, para buscar otros planetas habitables, a los cuales poder migrar, o evacuar a algunos pocos, en lugar de destinar ese mismo dinero a acabar con los problemas climáticos, de la vida y de los ecosistemas. En resumen, la visión de superioridad antropocéntrica frente a las demás formas de vida, nos lleva a destruir lo esencial del planeta, para producir cosas superfluas.
Esta mentalidad separativa, imperialista y beligerante, no nos permite “abrirnos” para transformarnos mutuamente, en el vínculo. El egocentrismo presente, que jerárquicamente es la expresión del narcisismo, heredado de los padres, y demás ancestros, (legado de información “cualitativa”, y energía “cuantitativa”, que se entrelaza con ciertas determinaciones sobre “el ideal” de los sexos, en distintos grados y plasmaciones), influye tanto, en la persistencia de la representación inconsciente de la premisa universal del pene, como en la posibilidad “cronológica” de la inscripción de la diferencia sexual anatómica.
Producto de la herencia mencionada y de cierta conflictiva social, que oscila entre un movimiento instituyente de igualdad ante la ley, y otro movimiento, que intenta el borramiento de las diferencias ante la ley, el “feminismo hegemónico”, representa la revuelta contra los ideales “viriles” (patriarcales), y como tal, es un antagonismo provocado por ciertas injusticias sociales; sin embargo, Freud pudo pescar, tempranamente, que la niña atribuye las injusticias a la sensación de discriminación emanada del “no tener”; la “ausencia de pene” la hace pensar, que fue privada del órgano masculino, (no de la virilidad); así luego, mediante la “fuerza viril”, las mujeres, que más sufrieron las asimetrías del patriarcado, se transforman en abanderadas de la castración, luchadoras empedernidas contra el falocentrismo masculino. Algunos hombres, también, luchan contra el falocentrismo señalando la impotencia de quién se propone como amo; en las últimas décadas y con la misma congruencia narcisista de la histérica, se ha instalado un discurso pseudo-anarquista, el llamado “discurso de género”, en donde, los abanderados de la castración, no luchan contra las injusticias materiales, el hambre, las catástrofes ecológicas y a favor de la equidad e “igualdad ante la ley”, sino que sostienen, que los hombres y las mujeres son idénticos ante la ley; o sin la ley, esa identidad de rebaño, ensancha el narcisismo “grupal” y ensalza los yoes individuales, elevándolos a la categoría de un “yo ilimitado de placer purificado” (unlimited-undifferentiated ); lo que promete, falazmente, este ideal consumista indiferenciado, es hallar la felicidad, mientras se consuma y funcione en masa (con sus amigos tome “tal cola” ahora, el sabor del encuentro es disfrutar el momento ¿por qué dejarlo pasar?), perdiendo en el consumo toda individualidad y ganando, de esta manera, una identidad simbiótica de rebaño, engañosa, des-sublimatoria, en síntesis: alienada en el fetichismo de la mercancía. Así, los no diferenciados, desafiando al Otro, interpelan al discurso jurídico, para promover una legislación que borre las diferencias (no con igualdad de derechos, sino con una “negación de la diferencia de género”). El respeto por las diferencias, no es lo mismo que querer borrar las diferencias; “salí del closet” es la máxima que utiliza el “orgullo gay”, combatiendo de esta manera la diferencia “hetero”, en lugar de aceptarla. Como ejemplo de lo aberrante, tomaremos el deportivo, en ciertos ámbitos, modificaron la legislación, para que los hombres transexuales o travestis compitan con mujeres (porque son iguales); con el resultado de que un amplio porcentaje de los sujetos genéticamente masculinos, “contrariados”, superó en las competencias deportivas a las mujeres. Lo importante, no sería que ganen, sino el ejemplo; esto sucede en toda la vida sociocultural y asimismo, la medicina impulsa “aberraciones sexuales”. En otro escenario, la consigna feminista, que más pinta catedrales, en lugar de promover el desarrollo sexual de la mujer, enarbola la sintomatología de la fijación o de la regresión sexual, “viva el clítoris”.
Ken Wilber describe al feminismo, que se plantea como hegemónico, y al discurso de género, como “movimiento indiferenciado”, una “neurosis de identidad”, en la que los individuos: “pasan de afirmar, que todo debe ser juzgado de manera equitativa y no egocéntrica, a que nada debe ser juzgado y que todas las posturas morales son equiparables, porque tienen <aversión a la jerarquía>, solamente ven opresión y prepotencia en ella, las visiones igualitarias y uniformadoras, “heterarquías” patológicas, no significan unión, sino fusión, no integración, sino indisociación, no relación sino disolución. Todos los valores se igualan, y se homogeneizan en una uniformidad desprovista de valores individuales o identidades, (de nada se puede decir, que sea más profundo, o más alto, o mejor, en algún sentido significativo, porque es considerado fascismo), todo valor desaparece en una mentalidad de rebaño, en la que los “no definidos” guían a los no definidos. Las feministas se centran en las patologías masculinas de dominación, sin darse cuenta, de la igualmente catastrófica, patología de fusión indiferenciada”. El desarrollo filosófico de Wilber es contemporáneo y sumamente descriptivo de las características de las “formaciones” de masa actual; Freud pensaba que las masas se desarticulaban sin un líder; sin embargo, las formaciones de masa actual se destacan por “articularse” o aliarse (contagiándose en una infección psíquica) en el rechazo a las diferencias, sean de los líderes, las instituciones o “del otro sexo”, etc. Las masas postmodernas son, como una multitud sin cabeza e indiferenciada, sólo hacen lazo para cuestionar el orden y acceder un “placer indiferenciado-purificado”.
Dentro de la corriente feminista, la alianza propuesta por el “feminismo extremo”, encarna un pseudo anarquismo, que intenta derribar el orden para apropiarse del poder del “vale todo”, de esta forma, el garantismo de derechos termina confundiéndose con la impunidad. Se llega a este estado, luego, de varias generaciones, que cuestionan el absolutismo patriarcal, sin embargo, la crítica se tornó destituyente, derivando en un relativismo de valores y en una desublimación catastrófica, que desatiende la necesidad de poner límites. En el caso de las variantes polarizadas al extremo de la formación de síntomas renegatorios, “no” promueven una transformación social, para instituir leyes, que permitan la superación del patriarcado imperialista y otorguen dignidad e igualdad de derechos a la mujer sometida durante siglos; sino que, de manera antagónica, se han convertido en un método de perjuicio y sometimiento a la población masculina, desvirtuando, también, a “lo femenino”, a la mujer y a la descendencia: “las mujeres deberían proteger a sus hijos varones de la asimetría penal, propugnada por las mercantilistas de la ideología de género”, sostiene Cristina Segui. Así, el feminismo que pretende la hegemonía, promueve una asimetría normativa y legislativa, cuyo efecto sobre la subjetivación pone en riesgo a los hijos.
La asimetría penal lograda por los efectos discursivos del rechazo a la diferencia y a la terceridad, ya está causando estragos, tomamos como ejemplo un suceso en Argentina: un niño fue quitado de la custodia de su padre, mediante presiones “de género” en los organismos judiciales, Lucio, fue entregado a la tutela de su madre y su pareja lesbiana; luego de muchos maltratos, el niño fue asesinado por la pareja de mujeres. Lo más aberrante del caso es: que al niño le mutilaron los genitales oralmente, es decir, mediante la masticación.
El caso citado fue encuadrado como violencia de género (diferente de la “normalizada”) y pone de manifiesto, la vigencia de las interpretaciones freudianas sobre el "complejo de castración femenino" y su resultante "envidia del pene", que varía en distintos grados, hasta caso el recientemente citado, en extremo patológico. El hecho, nos invita a llamar la atención, sobre la necesidad de no hacer lugar a los intentos de “relecturas” pervertidas del Psicoanálisis, muchas veces promulgadas por el discurso o "ideología" de género. La corriente, que domina enérgicamente al feminismo, y que se encuadra bajo el discurso de género, es también llamada, vulgarmente: “feminazi”. Esta corriente no entra en disputa con el yugo absolutista del pasado, sino que lucha por relevarlo; la degradación cultural nos está llevando a la anomia, porque este “discurso” ha minado todas las instituciones, pervirtiéndolas al haber “reintroyectado”, los mismos métodos que combatían: “el oprimido tiene los ideales del opresor”. Esta formación reactiva, que arrojó como resultado la posición radicalizada, no propone un matriarcado solidario y pacifista, sino que es una versión del padre, “padre_versión”, producto del deseo de venganza de esas mujeres, contra los excesos del hombre patriarcal; así, y debido a la relativización de los valores, se viene deslizando en las instituciones una asimetría penal, que en un gran número de casos deja a “la madre patriarcal” con todos los derechos mientras que priva al hombre de los mismos.
Continuando con el proceso del desarrollo madurativo, a nivel del “adolescente”, nos hallamos en un momento crucial, la premisa universal del pene, y la desmentida de su ausencia en las mujeres, mediante el subterfugio de que “ya le va a crecer”, “debe haber declinado”; sin embargo, el mecanismo de la “represión”, ha mantenido en el sistema inconsciente, el conflicto mediante el “no querer saber nada de eso” (de la diferencia de los sexos). La desmentida de la ausencia de pene en la mujer, se hace mediante un desplazamiento fetichista, con un objeto que brilla en su reemplazo (el “Glanz auf der Nase” de Freud), y logra, de este modo, representarse como un contenido de la conciencia, con lo cual mantiene cierta ambigüedad y coexistencia. Si la conflictiva del adolescente es traumática, puede haberse instalado el mecanismo de la renegación, reafirmando fuertemente la presencia de mujeres con pene, a nivel inconsciente. Una tercera opción sucede, cuando se rechaza de plano la diferencia sexual, muchos sostienen que es decisiva la ausencia de la metáfora paterna; sin embargo, en la pubertad es una presencia muchas veces tardía, ya que, el mecanismo forclusivo se fijó, tempranamente en estados primarios perturbadores del vínculo materno.
En síntesis, los síntomas de, estancamiento en el quinto nivel (racional), pueden llamarse narcisistas e impiden el acceso al pensamiento global de la moral postconvencional; hemos descrito la etapa narcisístico ambivalente: una expresión del egocentrismo ampliado y evolución truncada, adolescencia sin edad, que se prolonga indefinidamente.
Nuestra “cultura mediática” actual, proviene del mercadeo de opinión y de los “focus groups”, trasladados recientemente al algoritmo de las redes; de la perversa Psicología del yo: si el yo está fijado a estadíos pregenitales, y ello lo hace consumir sustancias u objetos , los “mass media” influyen, para que el yo permanezca fijado a esa etapa, siempre insatisfecho, con lo cual consumirá cada vez más. Ya sea por el marketing mercantilista neoliberal, o por el lado de la ideología progresista "Woke" y el “chocolate del ratón Mickey gay”, se induce a las masas a consumir y permanecer degradadas en lo pregenital, argumentando que se es inclusivo de: "las tendencias actuales", y negando la vedada manipulación e inducción al fetichismo.
Una forma de definir al narcisismo es la vana_gloria, una manifestación de orgullo exagerado que alguien manifiesta con respecto a sí mismo, ya sea una cualidad, un logro o la posesión de un bien (que engorda al narcisismo); por otro lado, la personalidad narcisista, se angustia, si no tiene posibilidad de afirmar esa posición, un ejemplo es el orgullo: si no se puede sentir orgullo, es decir, tener una expectativa elevada de lo que somos, y que el otro nos la confirme constantemente, —ser lindo, apetecible libidinalmente, inteligente, rico, poderoso, etc. — sentimos angustia, en lugar de tener una expectativa más responsable, y equilibrada del “SER”, sin necesidad de pedir confirmaciones al otro.
“El auténtico valor de un ser humano depende, en principio, de en qué medida y en qué sentido haya logrado liberarse del yo.”
Albert Einstein.
En el idioma español, hay otros sinónimos de orgullo: jactancia, engreimiento, arrogancia, soberbia, pedantería, o (el más común), la vanidad. El término tiene su origen sánscrito, "vana" significa “Yo”. En el budismo se tiene una palabra clave para la superación del narcisismo, del “vana” de la vanidad, es nirvana o cese del “vana” (yo), es la muerte del ego, pero no de la libido; es el cese de la dualidad, de separar al yo del otro, o de querer comerse al otro; porque la codicia de la personalidad narcisística ambivalente, lleva al deseo de incorporar y eliminar tanto al enemigo, como al amado o idealizado “otro”, con el objetivo de identificarse con su parte envidiable.
“En términos evolutivos, un individuo podría estar en un nivel alto, en una línea cognitiva, en un nivel medio de desarrollo del nivel emocional, y en un nivel bajo en nivel moral” (ética).
Ken Wilber. S.E.E.
El narcisista desprecia la “humildad”; llama “pobre” a la persona humilde; a quien no ostenta, se lo considera pobre y al pobre, también, se le dice humilde, “erróneamente” o culturalmente. La mentalidad narcisista ambivalente puede haber alcanzado un alto nivel intelectual (cognitivo) e incluso, manejar equilibradamente sus emociones, pero posee adherencias egoicas al esquema de pensamiento, de la causalidad psicológica primitiva; por lo tanto, su nivel moral es bajo, llegando de esta forma, a considerar, que la persona que no tiene bienes materiales exagerados, o que no los ostenta, “el humilde”, es inferior o está inadaptado a la sociedad, en la que la riqueza es “gracia divina”.
No podemos eludir la impresión de que el hombre suele aplicar cánones falsos en sus apreciaciones, pues mientras anhela para sí y admira en los demás el poderío, el éxito y la riqueza, menosprecia, en cambio, los valores genuinos que la vida le ofrece”.
Sigmund Freud. El malestar en la cultura.
Cuando el individuo se cree poseedor del don de la “gracia divina”, u otras adherencias a la causalidad primitiva, propia de los estadíos preoperacionales, ha de manifestarse en “la ambivalencia narcisista”, cuyo modo es el “pensamiento imaginario”, como describimos en la fase anterior: los castigos corporales son desplazados, hacia la posibilidad de explotación económica, que en esta esfera de pensamiento, recae sobre “los humildes”. El narcisista posee una fuerte adherencia preconvencional, y también, un animismo mágico autocentrado: “la visión del mundo y la visión de otras personas, es falsificada por las adherencias subjetivas, ya que el punto de vista personal predomina, hasta casi excluir a los otros. Sólo hay un juego eterno, que transforma las percepciones y crea situaciones de acuerdo con el placer del sujeto”, un residuo no elaborado del esquema de pensamiento del yo de placer purificado, de los primeros estadíos.
Entonces, la principal adherencia que impide la evolución de esta etapa es el egocentrismo desarrollado durante las etapas anteriores, el narcisismo actual será su efecto, en el fondo determinado por el narcisismo de los padres y por las formas sociales dominantes. Nuestras sociedades son fetichistas, por ende, generan una cultura de masas estancada en la fase narcisístico-ambivalente.
Cuando el entorno permite la construcción del sentido y de aspiraciones intelectuales elevadas o espirituales, el interés del cuerpo propio, se irá perdiendo, dando lugar a la creatividad y al amor; a la “sublimación”. Dijimos, que si la pulsión de investigación no sufrió admoniciones, la pulsión de saber se encontrará activa y si el placer masturbatorio infantil pudo ser reemplazado por el arte sublimatorio, tendremos, un adolescente adentrándose en el mundo del intelecto y en la construcción del conocimiento, de manera cooperativa, mutual y solidaria; teniendo como fin, el bien común, una vincularidad creativa y amorosa, no competitiva. Cuando se supera la competencia, o “competitividad”, la actitud moral pasa de ser convencional, a ser postconvencional, y lo etnocéntrico (la nacionalidad, el equipo de fútbol o la ideología, “el narcisismo de las diferencias”), da lugar a lo mundicéntrico, EL INDIVIDUO SOCIAL.
El sujeto puede descentrarse completamente, si accede a la moral postconvencional, logrando ver más allá de las normas de su propia comunidad, arribando en su reflexión a los principios en los que se basa cualquier sociedad buena; por ejemplo, las legislaciones internacionales sobre los derechos humanos y los pactos internacionales, como el pacto de San José de Costa Rica, establecen una serie de principios universales a los que la mayoría de los países han adherido. Las mentes estancadas en la moral convencional, llegan a violar “democráticamente”, estos principios; algunos proponen la votación de la pena de muerte, otros promueven legislaciones, que atentan contra los derechos humanos en general. La mente convencional piensa, que “el bien” es “el deseo de la mayoría” (falacia ad populum), así por ejemplo, aunque existen tratados internacionales y convenciones sobre los derechos humanos, en donde se impide la sentencia de muerte, hay países o estados, en donde se aplican “puniciones” en las que se asesinan a los condenados, y hay otros, que pretenden hacerlo para cumplir con los “deseos” de las mayorías; otro ejemplo más común, pero poco analizado: se aplica la censura en determinados ámbitos públicos o privados, porque es aceptada o consensuada y hasta votada por una mayoría (silenciando a una minoría), cuando la libertad de expresión es un derecho humano inalienable. Sólo son sensibles a estos acontecimientos, los sujetos que llegan a incorporar estos principios sociales, de los derechos humanos, como proceso de maduración propia, y no por imitación, es decir, en la moral postconvencional.
Según Lawrence Kohlberg, muy pocos adultos consiguen tener un juicio postconvencional. La moral superior, postconvencional, incorpora los principios universales de lo esencialmente humano, de la vida en sociedad y del respeto por las normas de convivencia armónica, emanadas del “contrato social”, las personas valoran el bienestar de la sociedad, y no “la opinión de la mayoría”, pues, generalmente, las mayorías se equivocan. “Las leyes, que comprometen los derechos humanos o la dignidad, son consideradas injustas y “merecen” ser desafiadas. Sin embargo, más allá del estado excepcional, en el que se pueda caer, la obediencia a la ley sigue siendo considerada lo mejor para la sociedad a largo plazo.
Los niños, en sus primeras apreciaciones, sobre el concepto de “verdad”, parten de un “realismo”, ya que toman sus percepciones inmediatas como verdaderas y “absolutas”, (lo que en literatura se considera realismo mágico); luego, mediante la interacción y el juego, pasan a poder diferenciar la verdad, según la “interpretación”, concluyendo en que podemos acercarnos a la verdad, si aceptamos otros puntos de vista, la verdad está en la reciprocidad y en la mutualidad de los puntos de vista: “que el Sol está muy alto y no sigue a nadie”.
Por otro lado, en la historia sociocultural, el realismo nace como respuesta e intento de superación del pensamiento mágico animista, que explicaba todo, recurriendo a la intervención sobrenatural o divina, por ejemplo: el sol tiene tendencias centradas en las nuestras; luego, el realismo derivó en una limitación para el pensamiento, “el naturalismo científico-materialista”: un reduccionismo, que postula que las causas de los sucesos son puramente mecánicas, y que no existen procesos energéticos ni “influencias misteriosas”, como el entrelazamiento cuántico.
Únicamente, podemos “acercarnos a la verdad, si aceptamos otros puntos de vista”; aceptar otras miradas sobre los fenómenos, nos permite comprender su “verdad”, que son “multicausales” y no meramente mecánicos; el mecanicismo explica las causas de los acontecimientos, análogamente a una máquina de engranajes, en la que siempre se produce el mismo fenómeno físico y lineal. Nuestra educación es mecanicista, intenta que reproduzcamos los saberes de manera repetitiva, antes que reflexiva y relacional. Desde el punto de vista de nuestra evolución psíquica, el naturalismo científico-materialista es una adherencia fetichista, que interfiere con la posibilidad de pensar otros mundos posibles, ideales, “utópicos”. La mutualidad no quiere decir, que sólo hagamos lugar al pensamiento del otro y moderemos nuestra posición, sino que debe haber correspondencia mutua; esto implica “pensar”, que el pensamiento del otro: no es ni inferior ni superior al mío, en tanto ambos se deben nutrir y modificar a sí mismos.
Decíamos, que al principio, el niño considera sus percepciones inmediatas como verdaderas, su punto de vista es absoluto, no puede tener en cuenta, otro punto de vista más que el propio (absoluto). En las sociedades preindustriales, el absolutismo político y moral nace en el feudalismo: el rey tenía el poder absoluto y soberano (autócrata); hoy se considera pensamiento absolutista al totalitario. En el derecho absolutista, hay estándares absolutos, con los que se juzgan las cuestiones morales, “ciertas acciones son buenas o malas, independientemente, de su contexto” (no hay posibilidad de excepción). El razonamiento absolutista moderno es, además, negacionista (postula una causa como absoluta y determinante y “niega” el valor o la posibilidad de incidencia de otras causas, si es moderado, las minimiza eufemísticamente). El absolutismo es hijo del antagonismo del bien y del mal, de la tiranía de la mente discontinua, de la dualidad narcisista; cuando el joven logra acceder a una moralidad autónoma o al relativismo moral, una moralidad basada en sus propias reglas, es porque comprende, que no existen el bien o el mal absoluto y que la moralidad, depende de las intenciones y no de las consecuencias. Para el análisis de los hechos sociales, el paradigma cuántico-relativista, tendrá en cuenta el contexto y las determinaciones socio-históricas, en todos los procesos humanos; Freud, que era lector de Einstein, planteó el “caso por caso”, la “relatividad”, hace 130 años.
El pensamiento formal operacional, o mejor dicho el pensamiento reflexivo formal, posibilita la aplicación de la reciprocidad, la mutualidad y la relatividad a todos los hechos externos, e internos, individuales y sociales. En las sociedades de afluencia natural, anteriores a la racionalidad egoica imperialista, se dieron las posibilidades que permitieron la emergencia la reciprocidad y la mutualidad, porque la superabundancia de alimentos permitía trascender las necesidades materiales; por lo tanto, la aparición de la reciprocidad y la mutualidad, se produjo antes de que existiera “lo racional”. En nuestra cultura científica, la conciencia realmente ecológica (el pensamiento global) emerge, si la mente puede superar el reduccionismo del naturalismo científico mecanicista e ir más allá de las necesidades materiales, que considera urgentes, por ejemplo: las “económicas”; de ser así, puede comenzar a entender las relaciones de reciprocidad y mutualidad de lo viviente, por ejemplo: los árboles están vivos y sus sustancias (una de ellas es oxígeno) nos nutren y vivifican, de esta manera, somos con los árboles “parte de la vida”.
El pensamiento reflexivo formal, cuando alcanza la lógica global, “logra ir más allá de los vínculos fisiológicos con la naturaleza y sin negarla o mecanizarla, se permite reflexionar sobre la red de relaciones., que constituyen la intervincularidad de los sistemas vivos” Ken Wilber S.E.E. La mente mecanicista no duda en talar los árboles para su beneficio, aunque luego se plantea la necesidad de crear oxígeno artificial. El materialismo de la mente concreta, no logra entender la necesidad de vincularse respetuosamente con la vida en el planeta; no puede pensar, que todos los cambios introducidos en el entorno serán recíprocos (más tarde o más temprano), mucho menos, puede conceptualizar un “sistema ecológico”, (o cualquier sistema, que esté entrelazado cuánticamente), en el que uno o más cambios, puedan llevar a todo un sistema de cambios en el equilibrio existente en el planeta; esto sí es logrado por el pensamiento “reflexivo formal”, cuando arriba a la madurez y pone las operaciones de “reciprocidad y mutualidad en relación con lo vivo”, la “biofilia”.
Podemos observar, que algunas personas para deshacerse de los residuos, deciden quemarlos en una hoguera, si nos acercamos y queremos explicarles sobre la contaminación, podemos tener respuestas de diversa índole, pero en la mayoría de los casos, vamos a encontrar la aseveración incuestionable, de que con la “incineración” la basura “desaparece” y que no queda ningún residuo, pues, “no se ve” (puesto que desconoce la molécula del co2); esto es propio de lo imaginario-narcisista-autorreferente, del mecanicismo. También sucede lo mismo con las cosas arrojadas al río, o los papeles arrojados al viento; “ya no están”, se los llevó el viento.
Ken Wilber, considera, que el pensamiento operacional formal es el que permite la emergencia de la conciencia ecológica, porque como vimos “logra ir más allá de los vínculos fisiológicos con la naturaleza”; sin embargo, considera, que no es suficiente para evitar una catástrofe ecológica, porque la mentalidad racional, aún puede “reprimir la biósfera”; es decir, puede todavía delinquir contra la Tierra, cuando no arriba a la moral postconvencional y al pensamiento global, cuando no conecta con la biofilia, con el sentido de la tierra.
En otro tiempo el delito contra Dios era el máximo delito, pero Dios ha muerto y con Él han muerto también esos delincuentes. ¡Ahora lo más horrible es delinquir contra la tierra y apreciar lo inexpugnable (“el fetiche”) más que el sentido de la tierra!.
Así habló Zaratustra. Friedrich Nietzsche .
6) Sexta etapa: la imaginación radical, la visión global que aporta la "Moral Postconvencional".
La proyección ambivalente al semejante, (imputar la propia tendencia inconsciente al otro) como mecanismo de defensa para reprimir, negar y desmentir los síntomas sobre la muerte y la sexualidad, es lo patológico, desenterrado por Sigmund Freud. Siguiendo los desarrollos de Carl Jung podemos decir, que hacer consciente esta defensa es integrar la sombra, lo proyectado al semejante; éste trabajo se denomina proceso de individuación, y es el que pondrá fin a la ambivalencia narcisista, a la dualidad. Habíamos dicho, que en la fase adulta, se da la incorporación de los principios masculinos y femeninos de manera equilibrada.
El sepultamiento del complejo de Edipo es la elaboración de las cuatro aspiraciones mencionadas por Freud, contenidas en la doble aspiración erotoagresiva, (activa y pasiva), hacia ambos progenitores. Cabe destacar, que la “imago” de madre fálica”, compone una de esas cuatro vertientes, que ha de resolverse en la superación del mencionado complejo, y no puede ser de otro modo, pues, allí, se asienta la estructura fetichista de la peste universal. Lo que Jung llama proceso de individuación es la integración en el “Sí Mismo”, de las distintas aspiraciones, que mantenemos en la sombra, principalmente, las cuatro mencionadas, que incluyen lo femenino en todo hombre, y lo masculino en toda mujer; el ser andrógino originario, caído en la dualidad narcisista: eso heredado de nuestros padres, también, debemos adquirir para poseer y dejar de ser poseídos.
El individuo social adquiere la visión integral, cuando se supera la fase narcisística ambivalente, se produce la emergencia del pensamiento holístico de la complejidad y la visión global; es lo necesario, en términos evolutivos para la humanidad, y es lo esperable, como camino y progreso psicoterapéutico.
Dijimos, que la mutualidad y la reciprocidad existen sin “la razón”; sin embargo, a partir de la reflexión formal, la razón, se hace posible la aplicación correcta de la reciprocidad, la mutualidad y también, de la relatividad a todos los hechos externos e internos, individuales y sociales. También, por el contrario, la razón puede transformarse en un impedimento para aplicar estas categorías, a ciertos sucesos por considerarlos irracionales, o pre-racionales, y esto es lo que, quizás, no nos permite ver a un árbol como un ser vivo o entender cierta interacción con lo real, sin considerarla patológica.
“Importa más la imaginación que el conocimiento porque la imaginación circunda el mundo y el conocimiento es limitado”.
Albert Einstein.
Freud habló del infantilismo, de la creencia religiosa dogmática, y supo diferenciarlo del Sentimiento oceánico : «Es —me dijo— (Romain Rolland) un sentimiento particular, que él mismo nunca tiende a abandonar, que ha sido confirmado por muchos otros y que, según él, millones de seres humanos están autorizados a asumir. Un sentimiento que yo preferiría llamar el sentimiento de «eternidad»; un sentimiento de algo sin límites, sin barreras , por así decirlo «oceánico». Este sentimiento —continuó— es puramente subjetivo, no un artículo de fe; no emana ninguna promesa de supervivencia personal, sino que es la fuente de energía religiosa que las diversas iglesias y sistemas religiosos captan, dirigen a través de ciertos canales y, sin duda, también agotan. Solo sobre la base de ese sentimiento oceánico es lícito llamarse religioso, incluso cuando se renuncia a toda fe y a toda ilusión...». Romain continúa: «El sentimiento oceánico es « un sentimiento de atadura indisoluble , de la copertenencia con el todo». Freud confiesa ser incapaz de experimentar esta sensación, aunque reconoce su existencia, ya que según el testimonio del escritor, no es el único que afirma haber experimentado este tipo de sensaciones y emociones.
Lo que polariza a la razón en el “racional_ismo” es el desplazamiento, la re-introyección, de la secularización religiosa, que tenía a Dios como garante del conocimiento (el geocentrismo, el antropocentrismo), en síntesis: el egocentrismo que se aferra a la razón como garantía, ante el peligro de la locura. El egocentrismo racionalista enuncia: “yo tengo la razón”, mi modo de operar es el correcto, el tuyo es incorrecto, primitivo o patológico. El pensamiento imperialista, egocéntrico, supo trazar una línea demarcatoria entre lo que consideró racional e irracional; sin embargo, la tradición científica, que hoy se dice racionalista, se nutrió en todos los tiempos, de tradiciones “vedadas”, incluso, “prohibidas”, académicamente, “irracionales”. Tesla, el creador de la electricidad, era un “meditador”, que practicaba una forma de espiritualidad oriental; Platón trae los sólidos geométricos de las reminiscencias del mundo de las ideas; hechos, que “no” son producto de un razonamiento, sino de experiencias de percepción “sensible”, a las que habían accedido luego, de aprender técnicas meditativas e introspectivas.
Dijimos que Jung, que también era un meditador profundo, sostenía que la razón era un prejuicio que debíamos desterrar. Einstein, en cambio, no necesitaba meditar ni estudiar, su imaginación le traía fórmulas y respuestas, por eso la frase que acuñó es: “ La imaginación es más importante que el conocimiento porque la imaginación circunda el mundo y el conocimiento es limitado”.
Jung habla de la “sensación y de la intuición como las categorías transracionales, de acceso al conocimiento”, igual que el concepto de imaginación para Einstein, Jung no pone el acento en el conocimiento concreto, sino en las formas no racionales de acceso a “lo sutil”. Estas capacidades transracionales, también innatas como lo racional, pueden ser “desarrolladas” por cualquier individuo del planeta, y son las que permiten tener una sensibilidad “extrasensorial, transracional” que desborda todo marco racionalista y mucho más, disloca al mecanicista.
Hemos tomado conocimiento de que para la física clásica existe la propiedad de la localidad, muy ligada al pensamiento operacional concreto y al mecanicismo; en cambio -en la física cuántica- la información viaja en todo el universo, mediante, la Interferencia de pautas vibratorias (siguiendo el principio de no localidad y el entrelazamiento cuántico, en donde las acciones, que modifican un sistema, influyen instantáneamente, en otros que estén enlazados con él, a pesar de la separación entre ellos). Para Jung el conocimiento se encuentra en un medio continuo de espacio-tiempo, “no local”, y se accede a él por mecanismos de percepción inconscientes, (sin conexión mecánica, del mismo modo, en que lo efectúa la telepatía), y esto es posible, porque como dice Einstein: “somos una parte del universo que no está separada, sino sólo delimitada por el espacio-tiempo”. Las teorizaciones de la biología y la física cuántica sostienen, que los hechos sincronísticos (que necesitan de la contracción del tiempo y el espacio para su manifestación), están condicionados por patrones de interferencias de las mentes presentes pasadas y futuras, y se accede a ellos con “sentidos”, que se alejan de la percepción ordinaria. Si la sensación y la intuición influyen en la construcción del conocimiento es, porque la mente entra en contacto con información “no local”, colapsando dos o más conceptos (paquetes de información y energía) en patrones de interferencia; la información no local, no necesariamente es de este tiempo ni de este espacio, y puede provenir tanto del campo morfogenético del inconsciente familiar, racial y colectivo (presente o de otro tiempo); o de la llamada “conciencia cósmica”. Son el pasado y el futuro que se manifiestan como información y energía "pluripotencial", permitiendo a la vida superar las limitaciones de las categorías de tiempo y espacio.
La individuación y la comprensión holística es una maduración, que se da por un “descentramiento egoico”; al hacer permeable la experiencia, mediante, la empatía se superan los condicionamientos perceptivos, polarizados, del "yo de placer purificado" y, al cesar las resistencias, nos dejamos llevar por ese magnetismo de atracción y repulsión descrito por el Tao, una danza dinámica de complementariedad interpenetrante y extrasensorial; esta forma de percibir la realidad, no es un retorno al estado de fusión y percepción indiferenciada, si fuera así, "lo real" en lugar de aportar nuevos datos se volvería caótico. La percepción de "lo transracional", se da por una sensopercepción, que va más allá del sujeto y el objeto; es una “sensación” de pertenencia a algo mayor, no separado. Lo transracional y extrasensorial es trans-egoico y transpersonal, como Romain Rolland le decía a Freud, es un sentimiento particular, una sensación de “eternidad”; un sentimiento de algo sin límites, sin barreras, por así decir: “oceánico”.
Ken Wilber propuso las categorías de lo prepersonal (etapas de fusión indiferenciada o simbiosis); lo personal ( la fase narcisista, el ego ) y lo transpersonal (determinaciones que están más allá del yo, más allá de la estructura de defensa narcisista de la personalidad). Cuando el individuo integra la sombra y demás elementos transpersonales del iconsciente familiar y colectivo, se produce un descentramiento de la personalidad (lo que las tradiciones vedadas llaman "La Muerte del EGO"); así, hay menos egocentrismo, «narcisismo», y mayor complejidad e interrelación con la red humana, y esto es lo que permite el acceso a la visión holística o lógica global, a la Moral Postconvencional. Quiénes están en el nivel personal, narcisista, (autocentrados) y con fuertes adherencias prepersonales: transforman las percepciones de acuerdo al deseo o la intención del ego, y tienden a considerar, que cualquier fenómeno no racional es transpersonal (como que la luna los sigue o les habla). Decíamos, que en las sociedades de afluencia natural, anteriores a la “racionalidad egoica”, había emergido la “reciprocidad” y la “mutualidad”, porque la superabundancia de alimentos permitía trascender las necesidades materiales, de esta manera, su aparición se produjo antes de que existiera “lo racional”. Sin embargo, el principio hermético de acción y reacción, sostiene que todo efecto tiene su causa; incluso, la causalidad primitiva o mágica, no es un simple mecanismo primitivo ni un infantilismo o arcaísmo, producto de la fusión indiferenciada, cercana a la psicosis; es decir, que toda psiquis está conectada con lo real, pero no de acuerdo a la causalidad lineal, sino mediante, la no-localidad descubierta por la física de partículas, la sincronicidad, la “acausalidad” descrita por Jung.
La reciprocidad y la reflexividad hacían, que la mente primitiva supiera, que los cambios que ella introducía en el entorno, tuvieran consecuencias. El hecho problemático es, que el primitivo todavía confunde su intencionalidad “autocentrada”, (animismo, magia y omnipotencia de las ideas) con la realidad de la respuesta, (siempre lineal) de los acontecimientos externos. En este sentido, habría que decir, que existieron y existen mentalidades primitivas “autocentradas”, “omnipotentes”, “pre personales o personales”, que confunden su intencionalidad con la respuesta (lineal) de los acontecimientos externos; sin embargo, hay otras mentalidades primitivas, que arriban a la lógica transpersonal, y entienden, que el universo reacciona ante nuestras acciones “no autocentradas”. Para las autocentradas (narcisistas), el mundo está lleno de intenciones centradas en las nuestras, por ejemplo: “el universo conspira a mi favor”; para las “no” autocentradas, “transpersonales” el universo posee una causalidad, “legalidad”, y a toda acción, corresponderá una reacción, pero, “no” sólo a mi favor.
La experiencia de arribo al estadío transracional, implica, principalmente, descentrar al yo y a la forma de percibir y comprender la realidad, es hacer porosa la experiencia del ego a sus “otras realidades” internas y externas, ambas más allá, de la sensopercepción condicionada. Acceder a lo transpersonal, implica un fuerte descentramiento, para ir más allá del yo; la “visión cosmocéntrica” es un trans_egoísmo, no un egocentrismo ni un animismo mágico auto-céntrico.
"Si quieres ver el panorama completo debes dejar de situarte en el centro".
Sri Aurobindo.
El primer paso para arribar a lo trans-egoico, es hacer entrar en el ser (Sí-Mismo, sujeto) a la sombra. Ir más allá del yo, no es mejorarlo, sino agujerearlo, mostrarle su oscuridad, lo que normalmente proyecta en el mundo exterior. El acceso a lo transpersonal, permite alcanzar el nivel de conciencia integral o global: la reciprocidad, la mutualidad, la solidaridad y la compasión por todos los seres vivos, la conciencia verdaderamente ecológica.
Jung retoma de la alquimia ocultista, de su relato de la Historia Universal (cosmogonía), la idea de la realización de la ‘Boda Mística’, de la unión de los opuestos; lo femenino integrado en la personalidad del hombre, la asunción de la castración, la declinación del patriarcado, y lo masculino, integrado en la mujer; la asunción de la envidia del pene y la declinación del feminismo. En síntesis, la integración de la herencia filogenética-andrógina, de la unicidad caída en la dualidad polarizada, del mundo egoico.
En el conjunctio oppositorum o la “unión de los opuestos”, proceso que propone Jung, se produce la integración de las distintas polaridades; primariamente, se debe unificar lo masculino y lo femenino en nuestro interior, para lograr una personalidad coherente, en el contexto general del proceso de individuación: integración de la persona y la sombra.
El pensamiento mundicéntrico de la moral postconvencional juzga las acciones, de acuerdo a criterios relativos y universales, es decir, "no" a lo que está bien y es adecuado para mi grupo, sino para toda la humanidad. La comprensión global aprecia que, por un lado, la competencia egoica sin sensibilidad compasiva es destructiva, y que, por otro lado, el colectivismo sectario es tribal (polarización en narcisismo de las diferencias), y por ello antagoniza con las iniciativas individuales, o de otros grupos, obturando la creatividad, la producción-sublimación; el "carácter holístico" de la Lógica Global, posibilita la construcción de colectivos con iniciativas productivas, ya que no anula las expresiones individuales y fomenta la cooperación empática.. En todo proceso de individuación e integración de los opuestos emergen la reciprocidad, la mutualidad, la solidaridad y la compasión por todos los seres vivos. Para Kohlberg, se arriba a estas funciones en el estadío de la “Moral Postconvencional”, de los principios éticos universales, un pensamiento ético y espiritual, en cuya base, se encuentra una vivencia cósmica y existencial de la vida, en la que el ser se siente parte del cosmos, del universo; su visión es solidaria a la de Gandhi, Jung, Krishnamurti, Mandela o Martín Lutero, entre otros “individuos excepcionales”.
La conciencia verdaderamente ecológica, no es una visión romántica o un anacronismo hippie, es una necesaria relación de interacción mutua y de mutua interpenetración, en la que totalidades (el ecosistema) y partes (el hombre) son vistas, también en virtud de las relaciones, que existen entre ellas; es percibir, asimismo, que en todo existe un electromagnetismo de atracción y repulsión, de oposición y complementariedad, interpenetrante y extrasensorial. Este nivel de integración y los “posteriores, son “transracionales”, posformales, o de jerarquía superior a la razón y arriban, a una Lógica Global.
El pensamiento postformal permite el desarrollo de la conciencia holística . Ya sea la experiencia cósmica de Kohlberg, el sentimiento oceánico de Rolland, la Conciencia Cósmica de Jung y otros, lo numinoso, etc., el pensamiento que supera la razón, "lo postformal", es producto de un descentramiento definitivo de la personalidad, es el llamado proceso de “individuación”, el ocaso de la personalidad egoica y el amanecer del alma.
Conclusiones preliminares a la luz de las condiciones socioculturales.
El concepto de curación integral de la patología cobra aquí gran importancia, en principio, porque todas las técnicas que pretenden solucionar el síntoma terminan suprimiendo la verdad que intenta emerger; si no entendemos el significado de las repeticiones transgeneracionales, cualquier mejora será temporal. Si no nos "resistimos" tomar conciencia, del acontecimiento que dio origen al conflicto transgeneracional, podremos comprender que la reviviscencia: la repetición "amenguada" de un drama similar al que vivió nuestro antepasado, está al servicio de las pulsiones de vida, porque busca “conectar” o ligar la energía que circula libre y que es la causa de la repetición; podremos así, realizar el movimiento necesario para la elaboración del trauma de antaño. Afortunadamente, desde principios de siglo, existe una abundante bibliografía de experiencias con técnicas psicogenealógicas, que permiten reconstruir el pasado y comprender la lógica de ocultación, que se ha erigido sobre lo traumático. Si, por el contrario, encubrimos el surgimiento de esa verdad con la negación, el destino traerá la consecuencia fatal, de repetir idéntico destino al de la tragedia ancestral, "lo que resistes persiste".
A nivel social, la suma de elementos conflictivos se ha agravado en las últimas décadas, por el aporte de la psicología del ego a la política populista; hecho que contribuyó a degradar generalizadamente los valores genuinos de la vida. La "cultura" de masas, fomenta un sujeto inmaduro, que no recibe señales sobre la necesidad de renunciar a algo, "no ama" la renuncia pulsional, la sublimación; lo que implica crear amor en el otro. Debido a estas complejidades, es que debemos sanar individualmente, familiarmente y en lo colectivo, ya que lo siniestro, las lealtades familiares inconscientes, provocan el retorno de lo desmentido, determinando así las “sucesivas” elecciones narcisistas del “objeto de amor”. La evolución filogenética permitió el paso de la primacía de lo olfativo-hormonal, al privilegio de la atracción visual; de allí continuó el ascenso en la cadena animal, hacia la preeminencia del lenguaje, así, la ternura fue una emanación llamada amor. Sin embargo, y de manera regresiva, la tragedia lingüístico-separativa, ha provocado que “una imagen valga más que mil palabras”, producto de ese "achatamiento" de lo simbólico, es que debemos sanar culturalmente. La humanidad necesita elaborar la "catástrofe familiar y social" provocada por el "condicionamiento senso-perceptivo fetichista-transgeneracional", que retorna en "lo siniestro del vínculo amoroso imaginario”; y que de este modo, obtura la preeminencia de lo simbólico. De esta manera, la función parental, está determinada por ese vínculo “imaginario” del mundo “adulto”, y no puede responder adecuadamente a las necesidades afectivas del niño; por lo que, busca suplirlas a través de elementos que le proporcionen “confort sensorial”; de esta manera, habrá fijaciones fantasmáticas imposibles de expresar con palabras y el lenguaje sólo rasgará la superficie. El proceso terapéutico necesita de una cierta reviviscencia emocional, que nos permita reconocer el daño al que fuimos expuestos en nuestra inermidad. Podemos entonces dar paso a la palabra, sin hipocresía, y elaborar un nuevo discurso, que no claudique en la “necesidad condicionada” de ser reconocido ante la mirada del otro. El surgimiento del ser, requiere la entrega del yo imaginario, y esto es: "entregarse a algo más grande que uno mismo".
La vida en el planeta se enfrenta al peligro de extinción masivo, provocado por el recalentamiento global, debido a la contaminación por dióxido de carbono acumulado en la atmósfera. La psicología conductista intenta explicar la imposibilidad de detener la contaminación, en términos de patrones contaminantes aprendidos o simplemente hábitos, según lo que llaman “inercia conductual”; sin embargo, al profundizarlo desde el psicoanálisis, decimos que esta inercia es producto del drama transgeneracional arcaico, que sume al sujeto en la “miseria neurótica” . Esa inercia que ató al individuo a las “satisfacciones pregenitales” e impidió la madurez psicofisiológica, desplazará entonces el apuntalamiento, "atachmentt", del “apego”, a la búsqueda de confort sensorial, que otorgan las “necesidades artificiales”, el condicionamiento sensorial creado por la cultura dominante .
Freud nos mostró que la dualidad pulsional "Eros-Tánatos", "pulsiones de vida y pulsiones de muerte", deben equilibrarse dinámicamente en la “sublimación”, para hacer posible la “amalgama” de las comunidades, el vínculo social, el amor. Debemos sanar culturalmente, lo que salvará nuestra especie y la vida en la Tierra serán las formaciones culturales, que entrelacen las almas de los hombres, la actividad “sublime” de la unión a través de Eros, que es la síntesis del amor supremo. Al superar la fase narcisista-ambivalente, la sublimación permite superar la inhibición y escapar de la "compulsión de repetición", que de otro modo implicaría el retorno de lo desmentido, tanto en los comportamientos individuales, como en los familiares y en los colectivos. La sublimación permitirá la construcción del lazo social, del amor al grupo, a la comunidad; la visión y la libido se elevan hacia la integración, invistiendo la red de sistemas vivos, de manera reflexiva y relacional, sesarán así, las formas de relaciónarse competitivas-proyectivas, y la reciprocidad permitirá la modificación mutua y la transformación de la realidad, a través del pensamiento holístico de la complejidad y la visión global.
La biofilia es lo opuesto a la necrofilia, es amor maduro, amor al prójimo, el amor a la vida, el amor por nuestro hogar, Gaia.
Un llamado a sanar nuestra subjetividad para salvar el planeta

Continúa en el artículo “El siniestro transgeneracional” y en el libro “La utopía de Freud” .
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